GESTACIONES
              En el México del siglo XIX, durante el proceso de independencia y
              de afirmación de la nueva nación, surgió el paisaje como género autónomo.
              Fue relevante, por un lado, dadas sus cualidades estilísticas, y por otro,
              debido a su utilidad en el registro de las características del territorio.
              El paisaje afirma la capacidad de producir memorias, belleza y conciencia
              de lo propio.
				
				El género, al interior de la Academia Nacional de San Carlos,
        tuvo en Eugenio Landesio uno de sus creadores y maestros fundacionales.
        El artista impartió clases y plasmó con singular sensibilidad en sus
        obras lo que la mirada local veía como naturaleza y cotidianidad,
        imprimiendo en ello valor artístico y representatividad simbólica.
        Su producción y enseñanzas hicieron escuela; aquí se presenta a
        algunos de los discípulos que consolidaron el paisaje como género
        autosuficiente en nuestro país.
            
				En contraste, Japón tiene ya en el siglo XIX una tradición paisajística larga.
        El paisaje como género autónomo llegó proveniente de China durante el siglo
        XIV con el nombre de sansui-ga 山水画 (shanshui-hua, en chino), que se puede
        traducir como pintura de montañas y agua. El género nace de la mano de monjes
        del budismo zen que estudiaron en China.
	
	Tiempo después, tanto el género como
        la técnica de la tinta china se extendieron a escuelas locales y a otros espacios
         de producción. Estas tradiciones del paisaje continuaron a lo largo de los siglos
          XIX y XX. Algunas de ellas mantuvieron una continuidad con los modelos previos,
           mientras que otras se fusionaron y renovaron. Ambos caminos están representados
            en esta sección.
            
	PINTORES VIAJEROS
Una parte importante de la pintura de paisaje japonesa está anclada en la tradición china. A lo largo de la historia existen numerosos ejemplos plásticos de lugares reales e imaginarios de China recreados a partir del profundo conocimiento que los artistas japoneses tenían de los clásicos chinos. Entre los años 1633 y 1853, Japón implantó una política de aislamiento que restringía la salida del país a sus habitantes bajo pena de muerte. Fue, por lo tanto, antes del siglo XVII y sólo a partir de mediados del siglo XIX que los viajeros japoneses plasmaron los paisajes chinos que habían observado por sí mismos, como es el caso de pintores aquí que se incluyen en esta sección.
             En México, los pintores viajeros del siglo XIX representaron las particularidades y encantos de la 
			 naturaleza, lo que contribuyó a hacer del paisaje un género autónomo. Artistas extranjeros encontraron 
			 en México un terreno para la creación de obras marcadas por el deseo de hacer un registro “preciso y 
			 objetivo” del territorio, y no por ello dando un lugar menor a la expresión emocional e idealizada.
			 
			 La difusión en Europa del trabajo de estos pintores produjo un amplio imaginario tanto gráfico como pictórico 
			 de las vistas y parajes del territorio mexicano que sorprendieron al viejo continente por su riqueza y vastedad. 
			 En nuestro país, estas obras se convirtieron en referente del género, con implicaciones simbólicas a partir de entonces insoslayables.
			
	
                 A pesar de que lo local no era un tema nuevo en la pintura japonesa, su presencia se acentuó durante los años que abarca esta exposición. Así lo observamos en algunas de las piezas seleccionadas, en su exaltación de lugares convertidos en nuevo símbolo cultural y cuya representación era poco común en la pintura japonesa de paisaje en épocas anteriores.
Hubo en México una revaloración de lo local estimulada por el trabajo de Eugenio Landesio y José María Velasco, artistas iniciadores de la tradición mexicana de paisaje que sensibilizaron a través de su plástica e hicieron de la geografía propia el centro de atención. Entre los espacios emblemáticos que plasmaron se encuentran el Castillo de Chapultepec, Xochimilco y el lago de Pátzcuaro. 
				
	